La retroalimentación en VcM es el corazón del ciclo de aseguramiento de la calidad. Es el momento en que la institución se mira a sí misma a la luz de sus contribuciones. Convertirla en práctica habitual es el paso que diferencia una universidad, instituto o centro de formación técnica, que informa resultados, de uno que aprende de su impacto.
Retroalimentar es reconocer que la calidad se construye con todos los actores de la Vinculación, incluyendo comunidades, los territorios que acogen, y con los equipos académicos que transforman evidencias en mejoras. Es asumir que la Vinculación con el Medio comienza, no se agota, cuando las instituciones aprenden de los efectos que producen. Un sistema de retroalimentación robusto requiere instrumentos de evaluación y mecanismos institucionalizados de diálogo, espacios de devolución y plataformas que integren datos de productos, resultados y contribuciones. Y sobre todo: necesita una cultura evaluativa basada en la escucha, la colaboración, un enfoque estratégico y evidencias.
Los criterios 11 y 12 en el subsistema universitario y 13 y 14 para el técnico profesional, impulsan una visión en la que la evaluación no se limita a medir resultados, debiendo generar retroalimentación que oriente decisiones, transforme prácticas y fortalezca el sentido público de la educación.
Retroalimentar implica dos direcciones complementarias:
- Hacia las funciones misionales internas (docencia, investigación, creación, extensión, gestión), donde la información derivada de los programas o proyectos vinculantes se traduce en aprendizajes institucionales.
- Hacia los grupos o instituciones externas, que son socios, contrapartes o comunidades participantes, y que también deben recibir evidencia del valor creado, de los cambios observados y de las oportunidades de mejora conjunta.
En otras palabras, la retroalimentación es el eslabón que conecta el ciclo de evaluación con el ciclo de aprendizaje organizacional y territorial. Se trata de abrir conversaciones evidenciadas sobre la contribución real de la institución y de sus alianzas al desarrollo humano y sostenible, y a la docencia, investigación creación e innovación, no sólo de informes materiales.
Tres ejemplos de retroalimentación aplicada
1. Docencia y aprendizaje basado en proyectos (ABP) Un programa de prácticas territoriales en salud comunitaria fue evaluado bajo el enfoque de contribución. El análisis mostró mejoras en hábitos de autocuidado en comunidades rurales y fortalecimiento de competencias socioemocionales en los estudiantes.
La retroalimentación generó tres acciones internas:
- Micro ajuste curricular para incluir metodologías de aprendizaje-servicio
- Integración de indicadores de contribución social en la evaluación de prácticas
- Creación de un módulo de reflexión ética sobre el rol profesional en territorios.
Simultáneamente, se compartió con los centros de salud participantes un informe de valor agregado, que permitió redefinir las temáticas de intervención según sus prioridades locales
2. Investigación y desarrollo territorial
Un proyecto de investigación aplicada sobre economía circular, ejecutado con pymes locales, fue evaluado en función de su impacto productivo y ambiental. La retroalimentación interna permitió al cuerpo académico incorporar nuevas líneas de investigación interdisciplinaria y ajustar los indicadores de productividad científica para incluir transferencia de conocimiento y colaboración con empresas.Externamente, la retroalimentación entregada a las pymes —en forma de reportes técnicos y talleres de devolución— facilitó la adopción de procesos sostenibles y nuevas redes de cooperación entre actores del ecosistema regional.
3. Transferencia, creación y extensión artística
Un programa de residencias artísticas universitarias fue evaluado por su capacidad de fortalecer identidad y cohesión social en barrios patrimoniales. La retroalimentación interna permitió a la institución incorporar la creación artística como una forma legítima de investigación-creación en su política académica y en los instrumentos de aseguramiento de la calidad.
La retroalimentación externa a las organizaciones culturales y municipios involucrados se tradujo en ajustes a los planes locales de desarrollo cultural, demostrando cómo una experiencia de VcM puede generar aprendizajes institucionales y territoriales simultáneamente.
A partir de este análisis, la retroalimentación se convierte en un mecanismo de gestión y aprendizaje: informa a las unidades académicas y/o de apoyo sobre cómo sus acciones se relacionan con los ODS o los objetivos estratégicos regionales o comunales; permite a la investigación orientar nuevas líneas hacia problemas reales; y ofrece al cuerpo directivo evidencias concretas para ajustar la política de VcM y fortalecer su gobernanza.
Implementar un sistema de retroalimentación efectivo requiere institucionalizar circuitos cortos de información entre quienes ejecutan las iniciativas y quienes toman decisiones. Supone, además, disponer de plataformas integradas que sistematicen datos, generen informes comparativos y permitan visualizar la consistencia entre productos, resultados y contribuciones.
Pero, sobre todo, exige una cultura evaluativa que reconozca que la calidad no se asegura sólo midiendo, sino aprendiendo de lo que se mide.