ODS: ¿Qué podemos hacer desde la educación superior para que nadie se quede atrás?

Según las últimas estimaciones de Naciones Unidas muestran, de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), tan solo un 18 % está en vías de cumplirse, otro 17 % avanza de forma moderada, un preocupante 31 % permanece estancado, un 17 % progresa de manera marginal y un 18 % retrocede. Este reporte revela que el horizonte de 2030 sigue lejos para la mayoría de las metas pactadas. Resulta entonces urgente intensificar acciones, redoblar recursos y forjar alianzas efectivas para no dejar atrás objetivos vitales para el bienestar humano y la salud del planeta.


¿Qué pueden aportar las universidades y el mundo técnico profesional?

La educación superior tiene un papel decisivo en esta tarea. Por un lado, el subsistema universitario aporta investigación aplicada en áreas como energías limpias, biodiversidad y reducción de desigualdades, además de promover proyectos de servicio comunitario que acercan los ODS al territorio, así como también forma a estudiantes agentes de cambio en la interdisciplinariedad. Por otro, el subsistema técnico-profesional fortalece la innovación práctica: capacita en servicios comerciales y profesiones “verdes” como energías renovables, gestión de residuos o agricultura regenerativa, estableciendo alianzas con empresas para desarrollar prototipos  sostenibles y ofrecer de competencias que mejoren la empleabilidad en sectores estratégicos para la Agenda 2030.

Forjar alianzas y medir su impacto


Trabajar de forma aislada maximiza la especialización, pero la colaboración entre subsistemas permite escalar soluciones y multiplicar resultados. Proyectos conjuntos de I + D entre universidades e institutos y CFT, programas de pasantías cruzadas y redes regionales de vinculación con el medio contribuyen a compartir metodologías, aprendizajes y buenas prácticas.


Sin embargo, ninguna de estas iniciativas alcanzará su verdadero potencial sin un sistema riguroso de medición de impacto: definir indicadores alineados con cada meta, implementar plataformas de monitoreo, realizar evaluaciones de contribución que evidencien aportes concretos y difundir reportes públicos que impulsen la rendición de cuentas y atraigan nuevos financiadores.


El balance actual—con más de un tercio de los ODS estancados o retrocediendo—nos convoca a redoblar esfuerzos y a demostrar, con datos en mano, el valor social de la misión académica. Solo midiendo de forma rigurosa podremos ajustar estrategias, escalar buenas prácticas y explicar cómo la educación superior, en todas sus vertientes, va de la mano con la construcción de un futuro más justo, resiliente y sostenible. Es hora de acelerar la acción y articular colaboraciones que impulsen el cumplimiento de la Agenda 2030.



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Del “qué hacemos” al “qué cambiamos”: el valor de los indicadores para una gestión con sentido de impacto