Para surfear el desempleo ilustrado

Requerimos profesionales que sepan navegar las cambiantes aguas de mercados híbridos, unos renacentistas humanistas, que en tiempo de inteligencia artificial sepan formular preguntas adecuadas, no conocer respuestas memorizadas.

En una reciente columna Andrés Bernasconi y Renato Bartet presidente y secretario respectivamente de la Comisión Nacional de Acreditación se suman a quienes advierten sobre el creciente fenómeno del “desempleo ilustrado”, reflejado en un evidente desequilibrio entre la expansión masiva de matrícula y titulados que no encuentran oportunidades laborales acordes con su especialidad, lo que revela una desconexión entre la formación y las necesidades productivas del país. Los autores plantean que se requiere evidencia sobre el destino laboral de los egresados y una oferta formativa más pertinente y flexible, capaz de responder a los cambios económicos, socioculturales y tecnológicos.

Advierten, además, que no todo puede atribuirse al mercado laboral. Proponen que, sin mercantilizar la educación, esta logre vincular la calidad académica con el desarrollo social, cultural y productivo, evaluando resultados que superen los límites de la docencia e incluyan la empleabilidad y el impacto social. La estadística oficial indicaba en mayo de 2025 que uno de cada tres desempleados en Chile posee título de educación superior (poco más de 330 mil), y estudios recientes revelan que más de un millón de profesionales trabajan en empleos que no guardan relación con sus estudios, evidenciando subempleo por calificación.

A la saturación por sobreoferta de ciertas carreras, cuyos egresados el mercado no puede absorber, se suma el triple tsunami de cambios en energías renovables, tecnologías de la información y logística, que está alterando los paradigmas de la economía del capitalismo postindustrial.

Junto a la obsolescencia de algunas profesiones, surgen otras nuevas con rapidez, demandando competencias, prácticas y disposiciones que no siempre están disponibles en las IES, aun cuando reaccionen con agilidad.

La empleabilidad es hoy un desafío estructural. Se espera que el sistema educativo en general y la educación superior en particular pasen de ser transmisores de conocimientos estáticos a facilitadores de trayectorias flexibles, capaces de responder a un nuevo paradigma económico. Es tiempo de transformación y emerge una pregunta inquietante: ¿quién transforma a las instituciones? Un nuevo currículo no garantiza cambios si no existen los intérpretes adecuados para formar a las nuevas generaciones: los académicos deben saber cómo enseñar, no solo qué enseñar.

Del lado del mercado laboral, también se requiere apertura para valorar talento joven aun sin amplia experiencia, mediante programas de primer empleo, mentorías y reconocimiento de certificaciones alternativas o habilidades adquiridas fuera del aula. El Estado juega un rol esencial al incentivar mercados empleadores mediante subsidios y estrategias formativas duales que promuevan el desarrollo de pericia más que la mera aplicación de conocimiento.

Necesitamos profesionales capaces de navegar las cambiantes aguas de economías híbridas: "renacentistas" humanistas capaces de formular preguntas pertinentes en tiempos de inteligencia artificial, más que repetir respuestas estandarizadas.

Se trata de superar el cartesianismo aún arraigado en currículos y visiones de profesiones diseñadas para tiempos que no volverán.

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