Hay un elefante en la sala del que pocos hablan: no es suficiente con tener un modelo de Vinculación con el Medio, lo esencial es contar con un enfoque institucional que lo sustente.
A medida que conocemos resultados de CFT, IP y universidades que han acreditado VcM con los nuevos criterios y estándares, reconocemos que son un llamado de atención a las instituciones que enfrentarán próximamente el proceso. Ya no basta con demostrar despliegue territorial ni acumular actividades:
el nuevo escenario regulatorio exige enfoque estratégico, coherencia institucional y evidencia verificable de contribución y retroalimentación.
Los criterios y estándares (11 y 12 para universidades y 13 y 14 para instituciones técnico-profesionales) entregan autonomía para definir la VcM y dejan sin precisar conceptos clave como bidireccionalidad, contribución, pertinencia o impacto. Esa ambigüedad conceptual no es un problema en sí misma, el riesgo es que la instituciones no respondan a ella con enfoque estratégico.
El reciente estudio de la Comisión Nacional de Acreditación “Trayectorias de Vinculación con el Medio en Instituciones de Educación Superior Chilenas” (2025) da luces sobre este dilema: la polisemia y dispersión conceptual está generando modelos declarativos sin capacidad operativa real, casi todos similares, en estructura y contenido, poco diferenciados, que describen mucho y priorizan poco.
Un modelo explica conceptualmente cómo opera Vinculación con el Medio, el enfoque, que es eminentemente político y cultural, alimenta el espíritu de su propósito y lo dota de estrategia. El enfoque institucional alinea la vinculación con la identidad institucional, los desafíos del territorio y los resultados esperados.
El enfoque es la base para pasar de las actividades a la estrategia, de la evidencia a la contribución y de la gestión a la transformación.
Dos ejemplos
Cuando no hay enfoque: una institución que registra más de 400 iniciativas anuales, pese a definir grupos de interés y varios ámbitos y mecanismos de acción en lo formal, pero sin enfoque, teoría de cambio ni narrativa institucional, obtiene como resultado dispersión y sobrecarga operativa, muchos reportes de actividades, estadísticas de productos, pero poca evidencia de contribución. Mucho esfuerzo, poco aprendizaje y menos retroalimentación institucional.
Cuando hay enfoque: una institución, por ejemplo, decide priorizar tres ámbitos estratégicos alineados a su propósito como desarrollo territorial, innovación social y sostenibilidad. Ordena su modelo articulando planes y programas con grupos de interés de los ámbitos priorizados e instala evaluación de contribución simple, pero significativa, obtiene como resultado menos actividades, más contribución, legitimidad en su entorno y mejora curricular demostrable.