Leer su tiempo, comprender las transformaciones culturales, tecnológicas y territoriales, y actuar con la capacidad de acortar las brechas que afectan a comunidades, sectores productivos, territorios y grupos históricamente postergados, esas son clara exigencias para la educación superior y particularmente, para su Vinculación con el Medio. Y allí es donde la innovación social se convierte en un puente práctico, ético y metodológico.
La innovación suele asociarse a la tecnología, nuevos modelos productivos y a la mejora de procesos. La innovación social amplía la mirada y propone transformar realidades, procesos inicialmente, servicios, productos, pero sobre todo sistemas. Es una forma de crear soluciones que emergen de la interacción entre saberes, prácticas, plataformas y paradigmas que dialogan con la comunidad.
En palabras simples, la innovación social actúa como una abreviadora de brechas, porque conecta capacidades institucionales con necesidades territoriales, acelerando cambios que, de otra forma, tardarían años en consolidarse.
Desde esta perspectiva, la VcM deja de ser un mecanismo de extensión para convertirse en un laboratorio vivo en que las instituciones de educción superior escuchas, emprenden, aprenden y adaptan sus prácticas. Lo que muestran los marcos conceptuales que acompañan estas reflexiones, es que la innovación social no es un acto creativo aislado: es un sistema integrado de relaciones y capacidades, un saber hacer colaborativo, como hemos insistido en otras publicaciones.
Si a la noción operativa de innovación de “la emergencia de lo nuevo como acumulación histórica de horizontes y prácticas” agregamos que abrevia brechas sociales, culturales, ambientales o económicas, tendremos un punto de partido simple y útil para desatar procesos internos en las instituciones, y para ello, debemos dialogar y quizá potenciar los procesos formaticos con competencias y herramientas que hoy están ausentes o lejanas en los Modelos Educativos.
En la práctica, esto implica que las instituciones de educación superior puedan:
- Escuchar con sensibilidad las preocupaciones del tiempo presente y de los territorios
- Emprender con propósito, diseñando intervenciones transformadoras allí donde algo duele o insatisface
- Revisar paradigmas, reconociendo que nuevas tradiciones, normas y estilos de comprender emergen desde la ciudadanía
- Activar redes de prácticas, articulando plataformas, comunidades, gobiernos locales, organizaciones sociales y sectores productivos
Los modelos educativos y los procesos formativos de la educación superior pueden cultivar estas competencias integrando experiencias auténticas con el entorno: aprendizaje basado en problemas reales del territorio, trabajo interdisciplinario con comunidades, reflexión crítica sobre los paradigmas que guían la comprensión del mundo y participación activa en redes de colaboración.
Al exponer a los estudiantes a desafíos sociales y productivos concretos, se fortalecen su sensibilidad para escuchar, su capacidad emprendedora con propósito, su criterio para revisar marcos interpretativos y su habilidad para articular prácticas colectivas orientadas a la transformación.
Aplicar principios de innovación social en la VcM, permite que las IES transiten desde el “qué hacemos” hacia el “qué cambiamos”, desde realizar actividades hacia contribuir e impactar transformando realidades a nivel micro o macro territorial. En la innovación social, puede la educación superior encontrar una oportunidad para ser agente que hace posible lo nuevo, desde la acumulación histórica de horizontes compartidos y prácticas colaborativas y formar personas capaces de emprender, para hacerse cargo de lo que colectivamente nos insatisface.